
Hay taxistas tramposos. Y otros que no.
Hay personas tramposas. Y otras que no.
Hay Power Points tramposos. Y otros que no.
Lo que pienso no es tan interesante como para escribirlo, así que solo hablaré de un taxista, del protagonista de este artículo.
Pasó en septiembre (o setiembre si odias la lengua).
Junto con mi pareja organizamos una escapada a Londres del 8 al 13 de septiembre. Además, tengo una amiga allí que nos dejó dormir en su casa. Un favorazo que le recompensé cocinando 6 raciones de salsa carbonara (cabonata).
Bien, en este viaje murieron, que yo supiese, dos personas en Londres.
La primera, al llegar, el 8 de septiembre de 2022. La reina. Momento histórico para muchas personas, momento triste para muchas otras, momento curioso para mí.
La segunda, cuando me tenía que ir, el día 13, en las vías del tren dirección a Gatwik. Momento triste para sus familiares y conocidos, p**ada máxima para los que teníamos que coger un vuelo y cancelaron todos los trenes a Gatwik.
Al final volvimos un día más tarde.
Con los hoteles llenos o demasiado caros, y sin poder pasar el control de acceso al aeropuerto por faltar muchas horas para el vuelo, «dormimos» en unos bancos acolchados de un restaurante cerrado, al lado de los controles. Nos lo recomendó el personal del control de acceso, muy simpáticos.
Total, que el miércoles 14 a las 12 h llegamos a Barcelona y salimos del aeropuerto para buscar un Taxi.
Si has volado hacia Barcelona Terminal 1 o 2, sabes que la T1 está muy bien organizada para hacer «match» rapidísimo entre gente que quiere ir a su hotel o casa, y taxistas que los pueden llevar. En la T2 es similar, pero más pequeñito y menos controlado.
Al salir del aeropuerto, en la T2, vimos un taxista que justo dejaba a un cliente. Le pregunté si nos podía llevar.
El taxista, cerrando el maletero, mira a sus compañeros taxistas en la cola de taxis listos para hacer match, me mira a mí, vuelve a mirar a la cola, me mira de nuevo y me dice «Sí, sí, subid rápido», con cara de pillo (o eso me quiero imaginar ahora)
— Bueno, donde os llevo.
— Vamos a (sitio cercano).
(Paramos en un semáforo y un compañero suyo para al lado, le dice «que tío, que te he visto…», taxista se ríe y le dice «iré al infierno, José»)
— Vale, sabéis que el mínimo desde el aeropuerto son 20 euros, ¿no? Lo aviso antes por si acaso.
— Si, si, ningún problema — le dije, mientras mi cabeza intentaba saber si era verdad.
(17 euros después)
Estamos llegando y dije algo que no recuerdo, pero que hizo ver al taxista que no me creía lo de los 20 euros. Y me dijo:
— Si, desde el aeropuerto son mínimo 20 euros. Lo tienes escrito al lado de tu cabeza, en el cristal.
Toma zasca.
Era verdad, no me intentaba estafar.
Tengo que decir que nunca he tenido sensación de que un taxista de Barcelona me intente estafar. Esto no venía de malos prejuicios, al contrario, acostumbro a acabar satisfecho con la mayoría de taxis que cojo.
Entonces, qué injusto, ¿no? Me hace un favor y se lo devuelvo así.
Hizo trampas por mí, y se lo pago con desconfianza (y 20 euros).
Más allá de si trampear está mal, bien, depende, o no sabe no contesta, lo que pasó por mi cabeza era inevitable:
Si ha trampeado con sus compañeros de trabajo delante de mí, ¿Quién me asegura qué no va a hacer lo mismo conmigo?
Me atrevo a decir que, si pasó por mi cabeza, pasará por la tuya, la de tu cliente, la de tu compañero de trabajo, la de tu socio, o la de cualquier persona que vea que trampea delante tuyo.
Si te pasa con alguien que no verás nunca más, o si pasa con alguien que ves cada día, las consecuencias serán distintas, pero el pensamiento seguirá ahí.
Ojo, si te sientes identificado con el taxista protagonista, no digo que la hayas cagado ya de por vida, simplemente que lo tengas en cuenta.
Venga, vamos a dejarlo aquí, que bastante consejo no solicitado te he dado🙂
¡Nos vemos!
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Pd. Dos días después de la muerte de la reina, nos acercamos al Buckingham palace e hice un fotorreportaje del ambiente y de las colas para dejar flores. Me obligó mi madre. Encima, mi amiga me las pidió para hacer ver que había estado allí y enviárselo a su familia. Porque nos dejaba su casa, que si no…