
Estábamos tomando algo (lo de la foto).
En un momento, el camarero dijo una frase que me gustó.
«Más vale que te miren a la cara que a las manos.»
No la entendí del todo, igual porque soy un poco lento. Por suerte él nos explicó una historia que le dio contexto.
Cuando una persona claramente tímida y que no conozco de nada siente la necesidad de contarme algo, pongo todos los sentidos en escucharla.
Es algo inconsciente. Mi cabeza me dice que puedo aprender mucho de lo que viene a continuación, porque la timidez de esa persona se ve superada por lo importante que fue la vivencia que va a contar.
Y allí estábamos, a punto de pagar.
El camarero marcó la cuenta en el datáfono, y me la acercó para que usase el Contactless.
Mi tarjeta lleva 3 años con el Contactless estropeado, así que hice como siempre.
Le dije que no me iba el Contactless, me cagué en la tarjeta, y le cogí la máquina para meter la tarjeta y el pin.
Mientras pagaba. solté: «Oye, ¿me puedes robar la tarjeta y así a ver si el banco me da una nueva que no esté estropeada?».
Lo dije para matar el tiempo mientras el datáfono se decidía a cobrarme, y me sorprendió con esta frase.
— Ui no, ni se me ocurriría, mi madre siempre me decía que más vale que te miren a la cara que a las manos.
Entonces, mientras el datáfono pensaba, comencé a pensar en esa frase, intentando sacarle todo el significado que tenía.
Por suerte, el siguió hablando:
— Mira, soy de XXXX de toda la vida, nací y me crie allí, y todo el barrio me conocía. Todos sabían quien era mi madre y quien era yo.
Aquí ya tenía toda mi atención. Se venía algo interesante.
«Estuve trabajando en un bar allí, durante 8 años. El bar era de 3 socios, pero uno era el que estaba de jefe en el bar, y yo era el camarero.
Nos llevábamos muy bien. Incluso cuando necesitaba dinero, se lo pedía, y siempre se lo devolvía.
Una vez, para la lotería de navidad, el jefe vio que faltaba dinero. El tío me acusó directamente a mi de haberlo robado, y yo le dije que cómo podía pensar eso, si siempre que he necesitado algo se lo he pedido. ¿Qué sentido tenía robar?. Además, no tenía pruebas.
Al final me echó. Toda la gente que me conocía se escandalizó y me defendió, pero al jefe le dio igual.
Los otros 2 socios se cabrearon con él, porque también me conocían, y confiaban en mi. Pero al otro le dio igual. Acabaron discutiendo y lo forzaron a traspasar su parte de los 3 bares.
Poco después de esto, se enteraron de que, quien había robado el dinero era el hijo del jefe. Tiene cojones.
Per bueno, estas cosas pasan. Le dije algunas cosas feas al hijo y al jefe cuando los volví a ver, pero ahora ya esto me da igual. Estoy tranquilo porque soy honrado y siempre lo he sido, y eso es más importante que el resto.»
No hicimos reflexiones posteriores ni nada, no hacía falta. Ya habíamos pagado, así que le dimos las gracias y nos fuimos.
¿Te has quedado pensando?
Te dejo con tus pensamientos y la frase:
Más vale que te miren a la cara que a las manos.
¡Nos Vemos!
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